Si
pasó por su mente que el tamaño de los senos mide la producción de leche
materna durante la época de lactancia, está totalmente equivocada; ese exceso
en cuanto al tamaño está determinado por la cantidad de tejido fino graso que
poseen, no por la cantidad de glándulas productoras de leche. Así, un pecho
pequeño puede tener una glándula mamaria muy desarrollada capaz de producir
leche durante mucho tiempo.
Sin
embargo, todavía existe ese mito prejuicioso y sin sustento médico que por
tener senos pequeños la producción de leche materna se ve disminuida. Se debe
desterrar este tipo de enunciados y se debe incentivar la importancia que tiene
la leche materna en el recién nacido, siendo su primer alimento e indispensable
en los seis primeros meses de vida.
La madre va a producir la cantidad de
leche que demande el bebé. Si el bebé mama de forma más continua, se producirá
más cantidad de leche, mientras que si el bebé mama poco, la producción de
leche se reducirá.
Respecto
a su proceso de producción, la leche empieza a formarse durante el embarazo,
pero es la reacción hormonal tras el parto la que estimula a las glándulas
mamarias a producir leche y a conducirla hasta el pezón para que el bebé pueda
acceder a ella. Se trata sin duda, de un proceso natural que es el ideal para
el desarrollo del bebé.
Esa
producción de leche ocurre en la mayoría de las mujeres tras el parto, aunque
hay casos en los que determinadas circunstancias fisiológicas complican la
lactancia materna. Pero en ningún caso, el tamaño de los senos es uno de esos
impedimentos para dar de mamar al bebé.
Por
eso tener los senos pequeños no debe ser un problema para la madre ni para el
bebé en cuanto a la lactancia materna. Si es importante la preparación del
pezón para que sea más fácil la succión por parte del recién nacido.
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